Ya adelante en mi post de lecturas de este verano que la novela La verdad sobre el caso Harry Quebert era un tocho de libro, pero no solamente por sus mas de 600 paginas, si no tambien porque en alguos momentos me planteaba que hacia leyendo todavia este libro con una prosa funcional poco emotiva una trama interminable, los fans la tachan de adictiva por sus multiples giros argimentales que como ya dije son mas rotondas que giros, no deja un personaje sobre el que no caiga la sombra de la duda de que es el culpable.

La estructura de triller al uso solo es interesante cuando aunan fuerzas el protagonista con el sargento de policia y la parte de la persecucion de la tambien protagonista Nola, una suerte de lolita y musa para el personaje de Haeey Quebert.

Realmente lo que me empujo a terminar la novela fueron su estructura no lineal, manteniendo tres lineas de tiempo alternativas y sus reflexiones sobre la escritura y el mundo literario en general (que hay que tener para ser escritor).

Pero sin animo de ser repetitivo como Jöel Dicker considero su estilo literaro irregular, quiere ser dinamico y accesible pero acaba siendo repetitivo y poco emocional. Lo que tanto elogian sus fans con su exceso de giros, acaba siendo una acumulacion de sorpresas que resta veracidad al relato y profundidad a muchos personajes secundarios.

Por destacar algo mas, la relacion entre Marcus y Harry funciona dentro de esa subtrama que es el proceso creativo de un artista y el personaje de Nola de caracter complejo en principio se apaga a medida que avanza la investigacion.

Por fin he recordado las otras dos novelas que empece de este autor y nunca avancé: El libro de los Baltimore y El caso de Alaska Sanders.


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